A veces hablamos sobre la libertad pensando que es ahí afuera, en el mundo exterior, dónde podemos vivir más o menos libremente.

Sin embargo, la auténtica libertad es un estado interno que nada tiene que ver con la libertad que otros pueden concederte o arrebatarte.

De hecho, es en nuestra mente donde experimentamos una programación mental que viene de afuera y al no cuestionarla se convierte en una cárcel que nos limita sin que nos demos cuenta.

¿Cuánto de lo que crees verdadero, correcto, válido es cierto?

¿Cuánto de lo que crees, te ayuda en tu vida a vivir plenamente y sentirte feliz?

Crecemos con “órdenes” externas que van modelando nuestro mapa de la verdad y cuando somos adultos tenemos tan integrado ese mapa que ni lo vemos. Lo consideramos nuestros valores, nuestra verdad,…

Ser adultos pasa por plantearnos profundamente nuestro sistema de creencias.

Cuando iniciamos este camino, una de las primeras barreras que nos encontramos es el juicio a nosotros mismos por haber vivido tantos años “defendiendo” estructuras, maneras de pensar que no son tan ciertas como creíamos.

Y es ahí donde la curiosidad nos ayuda a mirar con lupa esas “verdades” que se han instalado en nosotros sin que las hayamos cuestionado.

Cada idea, cada pensamiento, puede ser cuestionado por:

¿Es eso verdad?

¿En qué me ayuda esta forma de pensar?

Dicen que el ser humano evoluciona a través de ciclos de muerte y resurrección. Cada vez que se caen estructuras viejas, una versión de ti muere y naces de nuevo siendo alguien distinto.

Las experiencias de la vida son buenas para este sendero de evolución. Utilizar esas experiencias para ser más nosotros, más auténticos de verdad, pasa por replantearnos lo que creemos.

Cuando una experiencia nos toca, tenemos la oportunidad de hacernos las preguntas que nos ayuden a evolucionar.

¿Quién somos?

¿De dónde venimos?

¿Qué sentido tiene nuestra vida?

Son preguntas que antes o después todos nos hacemos.

La realidad que vivimos hoy nos pide que reconectemos con esta forma natural de mirar la vida que se pregunta y se cuestiona.

Pensar de forma automática nos lleva a ser personas automáticas.

¿Quién quiere ser un humano automatizado?

Desde niña me he hecho preguntas que poco a poco he ido contestando. Sin embargo, ahora no encuentro una explicación para mucho de lo que veo en el exterior.

Enfocarme en lo que pasa fuera me ayuda a hacerme preguntas que me sirven para cuestionarme lo que creo. La “trampa” es que a veces me quedo hipnotizada por ese juego exterior.

La propuesta pues es, mirar lo que sucede en tu mundo para observar tu interior, cuestionando tus pensamientos y aprovechando lo que sucede para evolucionar.

Esta “extraña” situación que estamos viviendo es una buena oportunidad para vivir de forma consciente, saliendo de esos automatismos que nos desconectan de nuestra naturaleza.

En mi vida, la meditación ha sido una buena manera de conectar con mi interior para poder mirar al exterior desde un lugar profundo, auténtico.

Es como pensar, pero desde el ombligo.

No sé qué nos traerá el futuro, pero sé que vivirlo desde un lugar de verdad me ayudará a experimentar lo que sea que venga desde lo mejor de mí.

Espero que te animes a conectar con la libertad interior y aproveches lo que pasa ahí afuera para conectar con quién eres en lo más profundo de ti.

Carina Barberá