Y ahí, en un anhelo por buscar «ese algo» más que sentía tenía que haber, me aventuré a ampliar mis estudios. Me ilusioné estudiando Dirección Financiera y en 2008 confié en mi suerte y dejé este trabajo en el que en cinco años pasé de principiante a profesional rutinaria (bien pagada, pero sin sentido).
Me incorporé en una multinacional de auditoría en la que empecé de nuevo. Horas interminables trabajando de lunes a domingo. Otro Máster. Esta vez en Auditoría. En esta etapa me entregué por completo al trabajo. Descubrí mi rol profesional más masoca.
Con 32 años la vida me dió un guantazo con una experiencia personal que me llevó a un año de profunda introspección. Me di cuenta de que no tenía ni idea de qué iba la vida y después de esto me encontré de nuevo en un trabajo sin sentido. ¿Qué pondría mi lápida?: “¿era muy productiva y eficiente haciendo auditorías en cadena?”.